Uno de los dolores de cabeza de las personas minusválidas que manejan
carro es tener que rogarle a alguien que les ayude a bajar la silla de
ruedas. Por ello, dos estudiantes de la UN crearon un dispositivo, que
no solo les permite valerse por sí mismos, sino que es económico.
“Depender de otros es traumático”, dice José Valois
Ruiz y recuerda las veces que ha tenido que “rogarle a alguien” para que
le ayude a bajar su silla de ruedas del carro.
Pese a que sus piernas están inmóviles desde
hace veinte años por causa de una herida de bala que afectó su columna
vertebral, la discapacidad no ha sido obstáculo para que maneje su
propio auto. Con la ayuda de mecánicos de su barrio se ingenió la manera
de adaptarle al carro varillas y guayas de moto, que le permiten
maniobrar el freno y el acelerador.
A fuerza de costumbre, maneja así desde hace
cinco años en Bogotá, ciudad en la que “la arrancadera y la paradera son
lo más complicado”, dice.
A lo que no ha podido habituarse es a la
interminable espera de “una persona de buen corazón” que le ayude a
sacar o a meter su silla de ruedas al baúl del carro. “La gente siempre
va de afán, me evitan, y si está lloviendo es peor. He llegado a perder
citas médicas por no tener a alguien que me colabore”, dice.
Este problema no es solo de José Valois. Según
Johnson Mendoza y Óscar Orcasitas, estudiantes de Ingeniería Mecánica
de la Universidad Nacional de Colombia Sede Bogotá, es la misma
dificultad a la que se enfrentan diariamente el 20% de personas
minusválidas que manejan auto, de las cerca de 50 mil registradas en el
país.
“En la industria nacional, el desarrollo de
elementos y ayudas para personas con discapacidad es deficiente”,
sostienen Mendoza y Orcasitas.
Sus sospechas se confirmaron con entrevistas a
personas minusválidas que asisten al Centro Nacional de Rehabilitación
de la Fundación Teletón. “Los que manejan tienen adaptaciones en sus
vehículos y se transportan con relativa facilidad, pero la queja común
es la incomodidad de depender de otra persona”, asegura Mendoza.
Como respuesta a esta necesidad, Mendoza y
Orcasitas pensaron en diseñar un portador de silla de ruedas, similar a
los elaborados en Estados Unidos y Europa, pero adaptado a las
condiciones del usuario colombiano.
La búsqueda de técnicas precisas para elaborar
un prototipo óptimo llevó a Óscar Orcasitas a viajar a Estados Unidos.
“Llegué a Houston, visité varias empresas y lo único que pude obtener
fue un catálogo comercial del portador de silla, pues la empresa matriz
queda en Utha, donde el producto es guardado con celo”.
Sin más datos que el precio del mecanismo básico, aproximadamente
U$ 4.000 (unos 12 millones de pesos), los ingenieros iniciaron la construcción de un prototipo propio.
Independencia, el mejor atributo
Con semejante precio, el reto era obtener un
diseño económico, práctico y ágil. Pero antes de lograrlo, Mendoza y
Orcasitas tuvieron que realizar varios ensayos y superar ciertos
errores. Los dos primeros prototipos, modelados a través de un software,
resultaron todo un fiasco: “Un poco desproporcionados, pues trabajamos
con las medidas estandarizadas ISO para sillas de ruedas, que se ajustan
a las medidas antropométricas del hombre norteamericano, totalmente
diferentes a las del colombiano”, confiesa Mendoza.
Con metro en mano, midieron cientos de sillas
de ruedas en varios almacenes de Bogotá, hasta que determinaron una
medida estándar (80 centímetros de alto por 68 centímetros de ancho).
Bajo este parámetro, y mejorando los primeros diseños, construyeron lo
que llaman “dispositivo de asistencia vehicular para minusválidos”.
“Es como una especie de gabinete que va sobre
el vehículo”, explica Mendoza. El dispositivo funciona a partir de un
interruptor. Al accionarlo, el dispositivo se abre hacia un lado, abre
un marco que dobla y almacena automáticamente la silla de ruedas y la
lleva a una cubierta hermética de fibra de vidrio instalada en el techo
del carro.
Según los diseñadores, la silla está segura y
libre de cualquier daño, pues además el compartimiento, fabricado con un
material resistente al agua, asegura la completa impermeabilidad
durante todo el recorrido.
Su funcionamiento se apoya en dos motores
eléctricos livianos y de poco consumo de energía, pues trabajan con
corriente directa y con la batería del vehículo. El costo del aparato
oscila entre tres y cuatro millones de pesos.
“Nuestra intención con este proyecto
biomecánico es dar respuesta a una de las necesidades que tienen las
personas discapacitadas, como es recuperar parte de su autonomía”, dice
Orcasitas.
“Valerse por sí solo”, reafirma José Valois,
“es una maravilla”. Por eso ve con buenos ojos la propuesta de los
estudiantes de la Universidad Nacional, que espera sea el primer paso
para el desarrollo de una industria nacional de elementos y ayudas para
personas con discapacidad, que en realidad les ayude a mejorar su
calidad de vida.
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Este es el modelo estadounidense del portador de silla de ruedas,
en el
que se basaron dos ingenieros mecánicos de la Universidad Nacional de
Colombia. |
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Este es el prototipo del portador de silla vehicular, que pronto estará
en el mercado colombiano y mejorará la calidad de vida de las
personas
que tienen discapacidad y manejan.
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FUENTE:
http://historico.cartauniversitaria.unal.edu.co/ediciones/26/03carta.html